Lilith: la primera fisura en la historia original
- lovlab estudio creativo
 - 27 ago
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Actualizado: 28 ago
Paris Hache
El mal es infinito.
Abro los ojos. Me quedé dormida con el libro en el pecho y el carroñero sonido de las elecciones presidenciales. Apago la tele. Vuelvo al libro de la historia original.
(...) Lilith se revela contra Adán, por ser igual a él, desde entonces se convierte en un demonio nocturno.
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A Lilith, por no aceptar ser sometida, encarna desde la antigüedad hasta la edad media, el símbolo de la enfermedad, la oscuridad y el miedo.
No fue hasta los siglos XIX y XX d. C que los mayores cambios sociales se hicieron visibles. Lilith ya no es un error de dios, pero tampoco su participación en la vida pública es lo contrario. En cuestiones sencillas del día a día: el uso de baños públicos, la capacidad de desplazamiento, el ejercicio social, intelectual es restringido, la mantienen en ese primitivo lugar carcelario.
Las decisiones de la vida moderna están aún en la sociedad de los hombres y el poder divino de dios.
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, Lilith encarna la insistencia.
Las mujeres marchan, hablan, callan.
Segunda línea
Las mujeres insisten, resisten, mueren.
La historia de Lilith hace mella en la arquitectura dramática de la biblia y su representación símil en textos de diferentes culturas. Es una fisura en el imaginario de todo dios todo poderoso.
Nada puede ser perfecto en el reino de los cielos.
Me cuesta dormir y ya se termina la noche. Me saco el tedio de encima y salgo a caminar. Carteles, afiches, palomitas, ensucian las calles. Aparece de frente la mañana, el canto de dios, la gente se levanta y barre las presidenciales veredas. Los desobedientes, a los que les llegará la mano dura, compran en los almacenes, tienen vecinos, cruzan la esquina y toman una micro abarrotada, con cariño se despiden. Como todos, miran feo a los pacos. Viven.
Regreso. Todas las avenidas se extienden, se deforman, se igualan. Me alivié con el sol la sangre trémula.
Regresé al paradero. Me alivié con el sol.
Todas las avenidas, sin excepción, vieron el sol.
Sigo el recorrido. La mano dura, el heroísmo ejerce el oculto ejercicio del mal. Dora la píldora con el chachareo del castigo. El héroe es una lapa, la repetición de todas las comedias, de toda la farándula. No hay nada que hacer. Ya todos están forrados en cajas de fósforos. Crea el decreto sobre el bien y el mal. Vuelve la mísera historia. En paz duerme.
El inicio no es inicio. Infinita la historia.
Si Lilith no existe, no existe el conflicto. Vuelta a la normalidad. La televisión se enciende a las 7 am, con el noticiero de la mañana.
Bostezo.
Apago el televisor. Escribo las últimas líneas en mi cuaderno.
(...)
Lilith no sale de su casa. Su casa es un espacio blanco, una casa chica y oscura como la mía.
Lilith no descansa, no duerme, rompe la cerradura de lo divino. La historia comienza en cualquier lugar del tiempo.
Las que vienen después de Lilith, las rebeldes, las equivocadas, mujeres del siglo XX, las rebeldes, las equivocadas, quiebran la flecha que las arrastra inequívocamente donde son vencidas, torturadas, cuerpo, espada o fuego / Cortan la historia / La historia cambia.
Desde el origen, siglo 3000 a. C. hasta hoy / día / noche, ellas desgarran, irrumpen, desordenan la fila; son metidas en prisiones, en psiquiátricos, en conventos, por alzarse, por entrar a las comunas pungas de la tele. Reescriben, traducen, crean símbolos sociales, unen, trazan un círculo entre lo maldito y lo humano.
Rompen. Cortan. Narran.



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